Le hemos realizado una entrevista a Sancho Panza, escudero de Don Quijote, en la que nos revela todos sus secretos
Buenos días Sancho Panza, sabemos que Alonso Quijano y tú habéis vivido muchas aventuras juntos y bueno, queríamos saber si estaría dispuesto a responder una serie de preguntas.
S.P.: ¡Claro!, sin ningún problema.
Perfecto, pues en ese caso, ¡Comencemos! Lo primero que queríamos preguntarte es: de todas las locuras y experiencias que has vivido con Alonso, ¿Cuál ha sido la que más te sorprendió?
S.P.: Para ser sincero, creo que todas me sorprendieron de algún modo o de otro, pero, de la que más me acuerdo haberme quedado asombrado fue la aventura que vivimos con los molinos de viento. Verle correr hacia ellos pensando que eran gigantes me chocó mucho porque nunca había visto nada así. Yo intenté advertirle de que estaba equivocado, pero como siempre, no me hizo caso y acabó como acabó. Supongo que me sorprendió tanto porque fue la primera locura que viví con él.
A mí me habría pasado lo mismo la verdad. Me imagino que tuviste que aguantar muchas locuras y que te metiera en algún que otro problema ¿no?
S.P.: Si yo te contara…
Y, ¿en qué parte de vuestro viaje pasaste más miedo o incluso, temiste por tu vida? ¿Hubo algún momento así?
S.P.: Si, hubo una vez en la que pensé que probablemente nos matarían, pero de nuevo, Alonso me sorprendió. Me acuerdo que Sancho se pensó que una dama estaba en apuros, por lo tanto, se encabezonó en intentar salvarla. Para ello, se tenía que enfrentar a todas las personas que iban con la señorita, que, si no recuerdo mal, eran cuatro. En ese momento yo pensaba que Alfonso no podría contra todos ellos y que nos acabarían arrestando, o incluso matando, pero sorprendentemente, venció a todos, entre los cuales destacó un vizcaíno.
¿Qué pasó con el vizcaíno?
S.P.: Alonso es una persona a la que siempre se le ha ido la cabeza, no hay más que oír todas las aventuras que hemos vivido, pero esta fue algo de lo más raro. Al principio pensé que moriríamos nosotros, porque yo incluso recibí algún que otro golpe por meterme, pero luego, la situación dio un giro inesperado y temí por la vida del pobre vizcaíno. Alonso estaba a punto de clavarle una espada, pero, gracias a dios, la señorita intervino y le convenció para que no lo hiciera.
Por el amor de dios, sí que se le iba la cabeza.
S.P.: No sabe usted hasta qué punto.
Y, en tu opinión, ¿Cuál ha sido la aventura más alocada que ha protagonizado tu
gran amigo Alonso?
S.P.: Sin duda ninguna, te diría que la de los leones. Obligar a un carretero a abrir una jaula con un león en su interior para así poder enfrentarse a él es de ser una persona muy alocada.
Pero, dios mío ¿Qué clase de problema tiene Alfonso? ¿Tiene algún problema psicológico?
S.P.: El problema amigo mío, es que no sabe diferenciar lo real de lo irreal y, de tanto leer novelas caballerescas se pensaba que era un caballero andante, de ahí la explicación a todas las aventuras que vivimos y de todos los problemas en los que se metió.
Eso lo explica todo. Y ¿en qué momento de vuestro grandioso viaje fue en el que más te arrepentiste de haber acompañado a Alonso en esta aventura?
S.P.: Pues, hubo varios momentos así a lo largo del viaje, pero cabe destacar uno. Fue un día en el que veníamos de las ventas y bueno, yo estaba un poco triste y venia en el camino peleándome con Alonso. De repente, nos paramos en seco y vimos dos rebaños de ovejas, los cuales estaban levantando mucho polvo y, como no, mi gran amigo pensaba que eran dos ejércitos luchando entre ellos, por lo que fue directo a unirse. Yo intenté advertirle de que eran ovejas, pero no me hizo caso. Nada nuevo tampoco. Ese día sí que me arrepentí de haber comenzado esa aventura con él.
Poniéndome en tu lugar, te entiendo perfectamente. Y ¿cómo fue que comenzaste esta aventura con él? Quiero decir ¿cómo os conocisteis?
S.P.: Pues no tiene mucho misterio. Simplemente, él intento ser un caballero andante solitario, pero, al ver que le fue mal decidió que necesitaría un escudero, así que, salió en busca de uno y me encontró a mí. Desde entonces fuimos juntos a todas partes.
Y ¿acaso te contó porque le fue mal? ¿Qué le hizo querer ir acompañado de un escudero?
S.P.: Sí, me lo contó y, si no recuerdo mal, fue en una venta. Alonso se pensaba que estaba en un castillo y que debían de nombrarle caballero. Al ver como el hospedero movía las armas que Alonso había dejado apoyadas en la pila de agua de su yegua, Quijano comenzó una disputa por ello. Al oír el jaleo, los demás arrieros salieron a ayudar al hospedero y Alonso quedó destrozado. Por esto, decidió que sería mejor ir acompañado de un escudero.
Y, durante todo el tiempo que acompañaste a Alonso ¿notabas que erais amigos de verdad? ¿alguna vez hizo algo por ti?
S.P.: Por muy loco que este Alonso, es buena persona. Respondiendo a tu pregunta, claro que sí, en ocasiones me defendía frente a los problemas que teníamos
Si es posible ¿podrías decirme algún ejemplo?
S.P.: ¡Claro! Me acuerdo de aquella vez en la que Alonso y yo estábamos descansando en una venta y nos encontramos con un barbero, al cual, le robamos varias cosas. Cuando el barbero se dio cuenta, lo primero que hizo fue acusarme a mí y, después de que yo me defendiera, saltó Alonso a defenderme también.
Ah, creo que he oído hablar de esto ¿fue la vez en la que se rumoreo que os habían llevado de vuelta a vuestras casas en jaulas?
S.P.: Aunque cueste admitirlo, sí señor, no fueron rumores. ¡Qué bochornoso dios mío!
Y, ya que estamos confirmando rumores, me podrías decir si ¿es verdad que Alonso hacia la mayoría de sus locuras por ir en busca de una dama?
S.P.: Confirmo que sí, señor. Esa dama se llama Dulcinea y Alfonso estaba encabezonado en
querer salvarla.
Y, también ¿es verdad que los duques os invitaron a su mesa?
S.P.: También es cierto señor. Tras el encuentro de Alfonso con los leones, los duques quedaron impresionados por la valentía que mostró este y por eso lo hicieron.
Vaya, Sancho, ser el escudero de ese gran personaje tiene que ser muy divertido, tanto que hasta comen con los duques ¡menudo honor!
S.P.: La verdad es que en ese aspecto no me quejo.
Bueno Sancho, lamento decir que la entrevista ha llegado a su fin. Muchas gracias por habernos divertido tanto contando algunas de las aventuras que viviste con Alfonso y por desmentir todos los rumores que merodeaban por ahí. Ha sido todo un placer.
S.P.: El placer es todo mío, que tenga un buen día, señor.
Lo mismo le digo
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